Camina Contigo

Radio Cumbre 98.5FM y 1240AM

Psicólogos logran explicar por qué escuchamos música triste cuando estamos tristes

Muchas, cuando nos sentimos tristes, recurrimos al reproductor de música para escuchar música triste como si el estado de ánimo y la música fueran dos factores de naturaleza negativos en una multiplicación. A esto, los científicos llaman a este fenómeno la «paradoja de la tristeza placentera».

La paradoja de la tristeza placentera

Para los psicólogos Jonna Vuoskoski, William Thompson, Doris McIlwain y Tuomas Eerola, este fenómeno engendra una pregunta fundamental: ¿por qué la gente disfruta escuchar música triste?

Para determinar esta conclusión, los investigadores observaron que diversos estudios científicos han revelado durante las últimas décadas el poderoso impacto que tiene la música sobre el cuerpo y cerebro de las personas. Sin embargo, estos estudios remontan a los antiguos griegos, quienes utilizaban la música para tratar enfermedades e influir en el temperamento de las personas.

Uno de los estudios que llamó la atención de los especialistas es que en 1958, la doctora Agnes Savill dijo que «la música que produce estados de ánimo como la depresión, desconcierto e incluso miedo; puede ser estudiada con seguridad por músicos y críticos que la abordan desde un punto de vista intelectual. Pero debe ser evitada por oyentes tensos y ansiosos». 

Parece absurdo que quienes escuchen música triste podrían sentirse aún peor si lo hacen en un mal momento. Sin embargo, hay para quienes puede ser sencillamente adictivo. Ante esto, Vuoskoski dijo que, aunque las personas suelen evitar las experiencias emocionales negativas, muchas veces disfrutan de la tristeza, más aún si esta está representada en la música u otras artes. A eso, los científicos del estudio le llamaron la «paradoja de la tristeza placentera». Esta es una interrogante que ha desconcertado a los estudiosos de la música durante décadas.

Las investigaciones

Los estudios en esta materia han adoptado muchos enfoques. Entre ellos, uno de los más simples ha sido preguntarle a la gente cómo se sienten al escuchar distintos tipos de música.

En su estudio de 2012, Vuoskoski y sus colegas pidieron a los participantes que calificaran sus respuestas emocionales a dieciséis piezas musicales. Lo curioso fue que, además de despertar sentimientos de tristeza, la música melancólica desató «una gama de emociones estéticas más positivas». La nostalgia, la tranquilidad y el asombro fueron algunas de ellas.

El mecanismo de contagio

Más allá de sobre las emociones psicológicas que genera al escuchar este tipo de música, se ha comprobado empíricamente que la música puede desencadenar reacciones fisiológicas medibles.

En 2015, los psicólogos Patrick N. Juslin, Gonçalo Barradas y Tuomas Eerola midieron los niveles de «conductividad» de la piel y las expresiones faciales de personas al escuchar una selección de melodías. El equipo propuso una razón evolutiva para este fenómeno: el «mecanismo de contagio».

El «mecanismo de contagio» es una respuesta empatía. La parte evolutiva en esto es el color del sonido: los violines y los chelos suenan especialmente tristes y especialmente similares a la voz humana. 

Por supuesto, aunque existan innumerables estudios que busquen cuantificar y hacer empíricas las emociones y la música, ambas son increíblemente subjetivas. Los psicólogos Emery Schubert y Sandra Garrido, quienes también han estudiado el impacto de la música en las emociones, afirman que «esta paradoja es compleja y parece no tener una respuesta única”. Según Garrido y Schubert la apreciación y disfrute de la música no es separable de las experiencias individuales. No se puede reducir el estudio a una combinación de rasgos emocionales y evolutivos como disociación, absorción, propensión a la fantasía, empatía y cavilación.

Schubert concluyó entonces que, en algunos individuos, las emociones negativas en el contexto de una «experiencia estética» —como escuchar música— puede desencadenar una respuesta disociativa que inhibe la sensación de disgusto en el cerebro. Por lo tanto, las personas con una fuerte tendencia a disociarse —de forma no patológica— puede escuchar música triste sin activar el disgusto.

Bueno, la próxima vez que te dé por escuchar los nocturnos de Chopin o baladas tristes de jazz, blues o pop; no te reprimas. Una cuota de música triste puede traer un enorme deleite.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.